Jugaron a ocultar tanto sus sentimientos que estos se habían quedado derramados al borde de un precipicio, balanceándose a golpes de sí y de no, balanceándose según el coraje de la luna o de la suntuosa racionalidad del sol.
Ocurrió el día en el que se sublevaron sus defensas. Fue en una de esas encrucijadas de sus pupilas, con su única y frecuente intención de mantenerse controlados, cuando no pudieron evitar que las emociones tronaran, escapando sin permiso y burlando las fronteras, convirtiéndose en audaces sonrisas entendidas únicamente por ellos.
Esperaron a quedarse solas, y entonces, sin la necesidad de manchar el aire con el peso de palabras que podían ser olvidadas, permitieron que sus manos tentaran con cuidado sus cinturas, volvieron a sedar sus mejillas con el tacto de un caricias conocidas y, con la valentía que suponía poner fin a la partida, accedieron sin licencia a que sus labios se rindieran.
Mª Eugenia
PD.: y haz click en la foto, y escucha la canción…
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