PARÍS…

…es iluminarte sólo llegar, por la alegría de volver, porque ya es un poco tuya, y un mucho de los cuatro.

…es esa Torre altiva y presumida que te recibe sosteniendo un arco iris, que baila en la oscuridad con destellos, que te saluda al subir las persianas con un dulce bonjour.

…son mesas minúsculas abrazadas, engalanadas de manteles rojos a cuadros sobre los que jarrones con una única flor bastan para imprimir categoría.

…son tejados asaltados por desuniformes teclas de trompeta, desde donde esas buhardillas en las que te imaginas espiando fuman secretos.

…es un Sena fosco y copioso que espera el reflejo de un rayo de luz para que turistas y autóctonos se desvistan, desmantelen picnics e interrumpan la tranquilidad de sus quais.

…es un suelo mojado y un cielo que juega al embuste y hurga en la primavera.

…es un cantante de ópera, un violinista, un grupo de color componiendo esa banda sonora callejera que marca los diferentes momentos de la incógnita ruta.

…es fichar en Shakespeare&co, pedir tu deseo regalando monedas, y salir con la edición más cool de los discursos de Lincoln (porque él lo vale).

…es reír, comentar, debatir, ponerse al día, hablar de conciertos, de series, de política con Jeremy, Chris y Queen.

…es callejear, una vez más bajo paraguas, por Le Marais y Saint Germain, y no cansarte de volver a abducirte en esa atmósfera distinguida y distante.

…es perderte por ese pueblo campechano y artístico que es Montmartre para encontrarte con plazas que huelen a escondite.

…es hacer una pausa en La Belle Hortense, para degustar un vino envueltos en libros y personajes curiosos.

….es descubrir siempre bellos tesoros en forma de rincones, restaurantes, tiendas, pasajes,   y  maravillarte ante la perfección de sus detalles.

…son foulards masculinos, gabardinas sin medias, glamour cotidiano, desbarajustes bohemios.

….son hipsters con clase inundando los  variopintas garitos del canal de Saint-Martin.

…son kirs antes de cenar, por aquello de sentirte un poco autóctona, por aquello de combatir el horario europeo.

…es recordar esas otras veces, y volver a otras épocas, a otras sensaciones, o a las mismas, porque hay cosas que cambian, y otras que no.

…son floristerías que colorean los paseos, que te obligan a detenerte por el mero placer de mirar, por el mero juego de escoger.

…son corazones sellados en el suelo, que te recuerdan que estás pellizcando la ciudad de l’amour y que lo importante es siempre sentir.

…son vélos de metal que humanizan la ciudad, y formulas o plats de jours, quiches et crêpes que la dan de comer.

…son 800 años de Notre Dame que te permiten esta vez observarla a otro nivel, y aun así sentirte minúscula ante sus arrolladoras historias literarias.

…es un metro descascarillado donde razas y países conviven apretados, evitando roces que duelan, obligándoles al calor.

…es una ráfaga veloz de hermosura y sensibilidad que facilita ajustes propios internos.

…es, esta vez, una despedida que marca  una nueva vida al otro lado  del océano, una vida que sin duda visitaremos con este hatillo de recuerdos parisinos que  son ya parte de nosotros.

PD.: es por supuesto, y a pesar de Ryanair, un bolso en la Île Saint-Louis, porque París sin shopping es siempre menos París…:-))))


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