“La mentira sólo es un vicio cuando hace el mal; es una virtud grandísima cuando hace el bien. Sed más virtuosos que nunca. Hay que mentir como un diablo, no tímidamente, no por un tiempo, sino con audacia y siempre. Mentid, amigos míos, mentid; cuando llegue la ocasión os lo devolveré.” Voltaire.
Media sonrisa silenciosa me surge siempre al recordar esta cita, qué políticamente incorrecto el filósofo francés. Se suma también cierta inquietud, quizás no andamos tan lejos de ese vaticinio. ¿En qué momento la mentira se convirtió en herramienta para construir nuestro escenario cotidiano?.
Esta misma sensación arrastro después de ver “La Verdad”, obra de Florian Zeller, dirigida y protagonizada actualmente por Flotats. No paras de reírte, algo que se agradece en estos tiempos. Carcajadas con los personajes, con lo absurdo de las situaciones. Ironía a flor de piel. Disfrutas con la magna actuación, una vez más, de un Flotats , que metiéndose en el papel de Miguel, borda un inusual registro cómico. Lo acompañan una Kira Miró de la que dudas, y un Aitor Mazo y María Adánez que cumplen con nota su papel.
Pero tan solo salir del teatro, y a pesar de los vinos posteriores y de los atropellos de conversaciones interesantes que compartes, te das cuenta que se te ha quedado algo de mal cuerpo. Y así, durante varios días. Dice el autor que “si de la noche a la mañana la gente dejara de mentir, no existiría la pareja y se acabaría la civilización”. Pues de entrada, cierto temor. ¿Nos referimos a esas mentiras que alguien definió como piadosas, avalándose en ese tan onírico no hacer daño a quien quieres, mientras lo único que esconden es la necesidad de aflojar el peso de nuestra conciencia? ¿estamos de acuerdo ambos en la concepción de lo que es mentir? ¿la verdad es subjetiva, o entonces ya es mentira? ¿mientes por alguien, o quizás sólo por ti? ¿tengo yo responsabilidad en tu mentira?.
Y así, saltando de una pregunta a otra, empiezas a enlodarte. Con cada una, más confusión, más angustia. Tormento parecido al que Miguel sufre una vez se agrieta su verdad, hecha de zonas oscuras, de falsas sensaciones. Porque en la obra, como en la vida real, el problema más grave lo tiene él. La mentira más grande la comparte con él mismo. Por no conocerse, por no admitir su propio yo. Por crearse una vida que no es auténtica, por dar forma a unos sentimientos que no alberga, por desconocer los que de verdad siente. Por engañarse a sí mismo y no poder por tanto solucionar todos esos miedos que nos pesan a la hora de intentar transformar y hacer verdadera nuestra propia realidad.
No sé si mentir a alguien a veces tiene sentido (no suelo hacerlo, no es mi estilo), pero de lo que sí estoy segura es que mentirse a uno mismo no lleva a ninguna parte. Excepto a dejar escapar tu propia vida.
PD.: tras la obra pude entrar en el camerino a conocer y felicitar a Flotats. Mucha emoción ante su simpatía, amabilidad, y naturalidad.
PD.: La Verdad se representa actualmente en el teatro Cofidis de Madrid. No te la pierdas!!
Grande Voltaire!!! 😉
Muy muy Grande!!!!
Graaaaaaaacias Javi. un beso!!!