MUSE, cuestión de fidelidad.

Eres fiel en la amistad, y en la música”. Quien me lo whatsappea es Jeremy. La razón, que le diga que de nuevo, las dos canciones con las que más he disfrutado en el concierto de MUSE son Starlight, y Time is running out, que llevan ya unos cuantos años en su repertorio (hoy compuesto de seis discos). Quizás no son las mejores, pero personalmente y en especial en directo, son las que más me estremecen de placer y me hacen viajar sonriendo. Y sí, tiene razón. Quizás con MUSE hay un poco de eso, de fidelidad a la banda por supuesto, pero incluso aún más, fidelidad a dos amigos exquisitos,  Jeremy  y Quique,  a muchos momentos entrañables, a una época en la que mi cultura musical se multiplicó a la enésima potencia, una época en la que gracias a ellos, y a un Foro de guapos, engordé además en miles de facetas.

Hace seis años, en el mismo Palacio de los Deportes, tocaron un 27 de octubre, (que me acuerde de la fecha no tiene mérito), allí estaba yo con el otro_periquito_”madrileño”, una noche de la que hoy aún me río. Al cabo de cuatro,  a lo grande, y ya en el Calderón, con mi gabacho preferido. Así que como no puede haber dos sin tres, el sábado pasado una fichaba de nuevo. Esta vez con mis amigos esadianos, entre 15.000 personas más, porque MUSE ahora ya es un poco de todos, o tal vez un mucho.

Pero aún seguro que a varios de los que leáis este post, y todos con un nivel de lo que se cuece en la vida alto, os suene poco quién es este grupo. A pesar de los años que llevan triunfando sobre el escenario, a pesar de que el cantante sea el marido de Kate Hudson, de que compusieran la canción oficial de los JJOO de Londres ’12, y de que la revista Rolling Stone les haya dedicado una portada bajo el título: MUSE, el grupo más grande del siglo (sí, Hugo, de acuerdo, exageración, pero quiénes si no?). ¿Comerciales entonces? Quizás no tanto. ¿Ñoños? En cada concierto demuestran que bien poco. ¿Se repiten? Ni un pelo. ¿Que juegan con influencias? No lo esconden.

Y sí, ahora ya pueden ser Stars. Pueden montar un espectáculo digno de los grandes grupos. No hay pero que valga, se lo compramos, e incluso  se lo requerimos. Unos instrumentos que se iluminan, un piano que sube y baja de los subsuelos, una pirámide de pantallas, un carrusel de imágines, un juego de luces y humos para que cada canción sea un show. Aun así, lo que cuenta es siempre su música, sus letras reivindicativas contra un mundo que avanza mal, sus letras emocionales que cantan con desgarro y melancolía hermosa, sonidos que nos hacen botar, bailar, o simplemente escuchar para transportarnos a otro allá. Un Matt Bellamy, acicalado de dandy moderno,  que rompe el escenario con su voz y maestría con la guitarra, un Chris Wolstenholme que ahora canta y lo hace bien, y un Dominic Howard que, con camiseta de La Roja y mallas de espadachín, controla desde el podio un espectáculo a golpes de catarsis.

A partir de aquí, que cada cual valore, el gusto es siempre subjetivo. MUSE ya ha demostrado que no están ahí por efecto de la industria marketiniana musical. Quienes les seguimos, les somos fieles.  Fidelidad a la banda, a su evolución, y sobre todo, a esos momentos que gracias a ellos, hemos compartido. Y que sean más.

PD.: dedicado a Jer y Quique, por supuesto. Y a Elena, Sergio, y  Noe.  A Rosa, y Marta Baquero. Y a F.Frates.

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