Esta vez, el viaje empieza ya dentro del avión, antes sólo ha habido tiempo de serpentear por el FNAC y De Viajes en busca de guías y libros, de anotar alguna que otra buena recomendación, y de preparar la maleta con toda la gama posible de atuendos, ya que según dicen, en Brasil también milita el invierno. La ilusión se ha ido acumulando exponencialmente a la proximidad de la fecha de partida y, por supuesto, a la extenuación del bochornoso ya agosto laboral. Esta vez, Las Nenis son sólo tres, pero adquieren el compromiso de mantener el listón del grupo.
Nuestra primera parada es en el aeropuerto de Lisboa, donde nos encontramos, en sentido contrario y rumbo al JMJ 2011-Madrid, con una manada de “filigreses” brasileiros que entonan, con animación desbordante y pandereta en mano, letras que, no casualmente, sino debido a nuestros aplicados años en colegio de monjas, resulta que conocemos. Será que la Iglesia no evoluciona, será que al final se han convertido en temazos. Afinamos el oído a ver si, en un toque de lucidez, se atreven con alguna bossanova, pero en vista de la poca suerte, decidimos esquivarlos y no unirnos a los cánticos, mientras deslumbramos cerca a nuestros próximos compañeros de vuelo. La mayor parte de ellos son de raza negra, de gran peso en la báscula pero poco estilo es sus armarios, sin rastro de ningún Carlinhos Brown. El resto se reparte entre turistas europeos atrezzados, de los que consideran que para ocho horas de avión es necesario acicalarse con chándal y transportar la almohada de casa, y mochileros perfil “cumba” en busca de una experiencia vital.
El destino es ahora ya Salvador de Bahía, así que abrimos la guías y empezamos a familiarizarnos con la cultura autóctona. Aprendemos que al cortés Tudo bem? hay que responder Tudo bom. Y al revés. Como el Hola Don Pepito, Hola Don José. Y que hay que decirlo con ritmo, arrastrando las emes. Las horas in the air pasan rápido, charlas atropelladas, cabezadas, menús sin gusto. Me inicio con Los Enamoramientos, pienso que a veces los libros se abren en el momento oportuno.
Una vez en el aeropuerto de llegada nos espera un único fan, eso sí, con una gran pancarta. Somos nosotras, el coche está esperándonos, estamos no Brasil.
A las primeras palmeras y vegetación deslumbrante empieza a comérsele el caos de la ciudad. Le damos el primer voto de confianza, será que estamos en las afueras, nos decimos….Poco a poco vamos entrando en la civilización, y el paisaje sigue siendo el mismo. Cableados y badenes, coches de por lo menos veinte años atrás, espontáneos que se cuelan entre el tráfico vendiendo latas, aceras llenas de carritos y personajes viendo la vida pasar, tiendas sin rótulos que se abren sin puertas, y semáforos que te indican los segundos para cambiar de color. Nos advierte nuestro fan, ahora convertido en conductor, que subamos las ventanillas, que es peligroso. Empezamos a encontrarnos con el mar. Un mar que nos habla durante toda la noche desde la habitación del piso veinte del Hotel Pestana, un mar que bate fuerte, y que por la mañana acoge a individuos que, como hormigas entre las rocas, buscan algo que pescar. Salvador de Bahía es la tercera ciudad de Brasil. Nos proponemos averiguar por qué…..
P.D: a lo largo de los post de nuestra experiencia brasileña, quizás aparezcan palabras mal escritas, o con un significado cambiado. No son errores, son gadgets del viaje… J)))
Me quedo con ganas de más…
Un besazo
Marta
….lo habrá….. :-))))))))))))
Un besito Neni_te_echamos_de_menos!!!!