Y con nosotros, ARCADE FIRE…en Madrid.

“Nuestra intención siempre ha sido lograr algo genuino y real en nuestros directos. Se trata de que el público perciba ese algo, le llegue al corazón y luego…que haga lo que quiera con él”. Así define sus intenciones Win Butler, cantante de Arcade Fire, y así nos fuimos ayer los 15.000 espectadores, de todo tipo de edad, pero más de samarretes y zapas que de caballitos y gomina,   que acudimos al concierto del grupo en el Palacio de los Deportes de Madrid. Nos fuimos habiendo percibido un algo de mucha fibra, un algo que nos tocó a través de la música y del feeling personal. Porque Arcade Fire no fue simplemente un grupo en un escenario, sino ocho personas que estuvieron con su público.  Y por supuesto, no sé lo que los otros 14.999 hicieron con ese algo, yo lo he guardado esperando un efecto sin fin.

Retrocedamos en el tiempo. Acordémonos de esos niños que en nuestra infancia fueron Los Nins. Salían en fila, saludaban y se ponían a cantar. Eran muchos, y bien uniformados, rubios y rubias, con aspecto de haber hecho siempre los deberes, consiguiendo así el aplauso de los profesores y la diversión de sus espectadores. Eso sí, eran un poco sosos.  Arcade Fire podría ser hoy la re-evolución de esos Nins.  Arcade Fire son unos treintañeros canadienses que han dejado los uniformes para lucir atuendos modernos, unos treintañeros que salen en manada invadiendo con  potencia el escenario. Unos treintañeros aplicados que tienen a la crítica rendida y  a los espectadores encandilados. Unos treintañeros que de sosos no tienen nada, y que han crecido para revolucionar la música.

Arcade Fire son ocho: Win Butler y su señora esposa Régine Chassagne, quienes llevan la voz y la fuerza del grupo,   y  junto a ellos,  Richard Reed Parry, William Butler, Tim Kingsbury, Sarah Neufeld, Jeremy Gara y Marika Anthony-Shaw.  Ellos aparecen con camisas de cuadros o estampadas, y ellas con vestidos al más puro estilo de  “Campanillas” rockeras. Los peinados también son de ahora, y ellos se lo han dejado a lo media melena Beckelar (incluso Win luce mitad de la cabeza trasquilada, por aquello  de que “como cantante de grupo de rock, mi responsabilidad es tener un peinado estrambótico”), y ellas parecen divertirse con frecuencia en la peluquería.  Arcade Fire ensayan las coreografías con tanto regocijo que luego parece improvisado, y entre paso parejo para delante y para detrás,  nos envuelven con cintas, los tambores  suben y bajan por los cielos, y los saltos recorren el escenario (y el no escenario). Arcade Fire se atrezza con una única pantalla en la que mezcla videos con imágenes del concierto, pero no necesita más porque el poderío sale de ellos. Arcade Fire son los alumnos aventajados del conservatorio, y no se conforman con guitarras, teclados y baterías, sino que con acordeones, violines, panderetas y maracas, zanfoñas y mandolinas nos sorprenden bordando melodías en las que los instrumentos están al servicio de unos músicos que se intercambian los elementos con armonía y aptitud.

Y la música sube y sube, pero las letras siempre dicen cosas.  Intimistas, reivindicativas,  nos hablan de la incomunicación, del desaliento, de la nostalgia. Cada disco, bajo una temática, porque las canciones son parte de un todo, y funcionan en relación a las otras. “Ponemos mucho esfuerzo en decidir qué temas va en el álbum y en qué orden, nada es casual”, cuenta el bajista Tim Kingsbury. Y así, el disco que les dio a conocer en 2004 se llamó “Funeral”, por las diferentes muertes de parientes que les sacudieron durante la grabación y que influyeron en la temática de las canciones.  Le siguió, tres años más tarde, “Neon Bible”  que fue grabado en su mayor parte en una iglesia comprada y renovada por el grupo. Su último trabajo, que recibimos en verano,  “The Suburbs”,  nos lleva a la infancia del cantante en los suburbios de Texas.

Ayer también las canciones de los tres álbumes fueron elegidas con delicadeza, y estuvimos a punto para el inicio cuando sonó Ready to Start, bailamos sin parar con una “ochentera” Sprawl 2, nos fuimos al momento más romántico con Crown of Love, y al más solidario con Haití (Régine procede de allí). Y tras los primeros problemas de sonido,  llegamos a más de una hora y cuarenta de concierto, del que nos despedimos como si acabáramos de empezar con un Wake up de lo más y más sonado.

Y Win nos dio las “Gracias por venir”, y nos hizo corear con nuestro “typical spanish” oe oe oe, y se lamentó del precio de las entradas, pero sabemos que parte de la recaudación es para la reconstrucción de Haití. Y nos dijo “!Hasta la próxima!!”. Y le creímos,  porque Arcade se ha ganado nuestra confianza, porque hace tres años en el Summercase nos gustaron, pero hoy nos han encantado.  Y les creímos, porque hace unos años supimos que serían buenos, pero hoy son aún mejores. Y les volvimos a creer, porque siempre hemos pensado que nos caían bien, pero ayer se hicieron nuestros amigos.

P.D.1: Arcade Fire se ha rodeado de nombres como David Bowie, que es gran fan y ha grabado con ellos, de U2 que abrió su gira gira Vértigo con el tema Wake up, y de los que fueron teloneros en tres conciertos, o de Spike Jonze, con quien han grabado su último video.

P.D.2: Y ya han hecho sus pinitos en el mundo de las bandas sonoras, y grabaron Cold Wind para la serie “Dos metros bajo tierra”, y con de nuevo Wake up, se presentó el trailer de la película “Where the wild things are”.

P.D.3: !Gracias Jer por este pedazo regalo de cumple!!!!

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