Y por fin llegó Obama

Por fin ha llegado el día, y encuestas cumplidas, los norteamericanos han elegido a Obama como su próximo presidente. Si éste ha sido uno de los días más importantes del panorama internacional y si,  de esta forma, se abre una nueva época para el país americano y el mundo entero, lo veremos con  el  tiempo.  Normalmente, la cercanía ante los hechos no permite perspectiva, y las expectativas no siempre dejan de ser ilusión y humo para convertirse en realidad.

Pero de entrada, el feeling es positivo, o al menos para muchos. No hay duda. Será por su origen afroamericano, o porque es joven, será porque quiere cambiar cosas, y hacer de ese sueño que un día nos contó Martin Luther King  realidad, el caso es que Obama transmite un nuevo color, y no negro precisamente.

Me produce asombro, vértigo, o quizás una grata alegría, el ver como en un momento de tanto devenir, en el que estamos azotados por una crisis que se prevé como parte del temario de historia para generaciones futuras, igual que nosotros estudiamos ese crack del 29, en un momento en el que parece mentira que todavía una guerra sea un tema candente, y aunque algunos la apreciemos lejana, es el día a día de muchas familias americanas cuyos hijos luchan en Irak, en un momento en el que los  progresos sociales  producen debates controvertidos en el corazón de la sociedad mundial….en ese momento, EEUU, una vez más, marca hito y elige a su primer presidente negro.  De nuevo, hay que aplaudir el cambio, y aplaudirles por saber elegir, por enseñarnos que ellos, muy a pesar de las consideraciones que se hacen del país del capitalismo desenfrenado, de las grandes producciones, de las palomitas y las cadenas de fast food, muy a pesar de todo ello, arriesgan y juegan.

Y Barack es negro, o afroamericano, dirían algunos…porque ellos hablan con exactitud  y así  quitan relevancia al hecho. Pero si es relevante. No todo Estados Unidos es Sexo en Nueva York, ni en todos sus rincones luce el sol de Beverly Hills.  Tuve la suerte de vivir unos meses en Nueva Orleans, mucho antes del Katrina. La ciudad respiraba lo que entendemos por rollo, y el jazz, los hurricanes en los bares,  y el encanto de ese paisaje a Lo que el Viento se Llevó, conferían una aureola especial a ese paraíso construido alrededor del  French Quarter.  Pero allí los autobuses están desaconsejados para los blancos, por el peligro de los negros que suben en ellos, y la mayoría de la población no es guapa ni esbelta, sino que pasa hambre y viste harapos. Y eso, eso es también Estados Unidos, y ellos aman también su bandera, pero poco más tienen en común con lo que nos enseñan las películas, con esa América brillante y pionera. Y ya por ello,  sí que es relevante que alguien de color haya podido llegar tan alto. Porque quizás, eso hace  creíble, o al menos en parte, esa actitud tan norteamericana de que es posible siempre un camino gracias al esfuerzo.  Pero sobre todo, porque hace que se abra una vía de igualdad entre todos. Porque esperamos que Obama asuma que, en esa América tan admirada por muchos, el color aún pinta para la igualdad, y se decida por tanto, a trabajar para barrer esos frenos  que impiden que todos tengan el mismo tono, o al menos, que eso no sea importante.

Y aplaudimos también ese sentimiento patriótico de los Estados Unidos,  que provoca que, aunque tal vez sólo sea cara la galería,  pero McCain, e incluso el mismísimo Bush, tengan palabras de reconocimiento y apoyo para quien ha ganado.  Y  no seamos aquí tontos, votemos a lo que votemos, si tan patrióticos somos, estemos contentos, porque Obama también nos abre una puerta a nosotros. Tal vez se equivocó Zapatero en las formas, que no en el fondo, en sus decisiones con esos “Estados Unidos…de Bush”, pero el resultado ha sido una situación complicada de nuestro país en el panorama internacional. Alegrémonos ahora de poder recuperar ese flujo de contacto con la gran potencia.  Si tan españoles nos sentimos, alegrémonos también, aunque sólo sea por conveniencia, por el triunfo de Obama.

Barack respira cambio y  juventud, elegancia en las formas y muchas ganas de crear en su discurso. Así que, aunque nosotros no somos parte de ese We, el inglés  si nos permite conjugar con él ese tan verbo tan sabio que es el To Can.

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