Una noche en el Masters Series de Madrid

Que Madrid es una ciudad con poca tradición tenística en su historial, nadie se atrevería a afirmarlo si durante esta semana se está al tanto del Mutua Madrileña Masters Madrid que tiene lugar en la capital. En su séptima edición, no hay dudas del tirón mediático que acompaña al campeonato, y del interés de los ciudadanos por dicho evento.

Si ya es porque hay que estar, porque como acontecimiento de gente guapa y VIP uno no se lo puede perder, o porque la calidad de los jugadores del cuadro despierta o alimenta el sentimiento deportivo del personal, tal vez podría medirse en una balanza, que equilibraría hacia un lado u otro según cada uno, pero el resultado final es un lleno absoluto en la pista central y sus alrededores, a lo largo de estos siete días de gran tennis.

Ayer debutaba Federer, así que expectación alta entre la multitud. Un año más, quizás la organización debería aprender a gestionar mejor el orden de los partidos. Estar una hora y media fuera de un recinto, tras una dura jornada laboral, y después de atascos y prisas por llegar, no favorece el ambiente festivo del acontecimiento y crispa un tanto los ánimos. Gracias a Dios que el tiempo era bueno y que, me imagino que previendo las largas esperas, se ha inaugurado una pantalla gigante en el exterior para seguir los partidos mientras toca el turno de entrar. Al tiempo, los futuros espectadores, con corbata ellos y tacones ellas, acababan de contarse los últimos acuerdos empresariales conseguidos a lo largo del día. Pero al final, no hay cheque ni éxito que valga, y todos como rebaño, a empujarse para empezar.

Y a pesar de que por supuesto, entre el aforo de noche del Madrid Arena encontramos de todo tipo y condición, son señores y señoritos trajeados, con su gomina y corbatas de colores vivos, y chicas fashion y con estilo, los que dan al Masters ese qué diferente a otro tipo de evento deportivo. Y será que Madrid es cada vez más cosmopolita, o que el Masters Series confirma su hueco importante entre los campeonatos del año, pero esta vez, el toque internacional no ha llegado sólo de la mano de los restaurantes de dentro, sino que me sorprendió con gratitud el número de espectadores extranjeros que fichaban ayer. Rubias yankees salidas de Berkeley, japonesas en busca de una foto de las estrellas de la raqueta, empresarios nórdicos atentos al juego, o ejecutivos de color dando la pincelada neoyorkina a nuestra capital, completaban unas gradas con caché.

Pero como esto es España, y nosotros somos así, entre tanto nivel, que no falte el humor ni la gresca. Y carcajadas con los gritos de !!Vamos Rafa!!, cuando a nuestro nº1 no le tocaba estar ayer en la pista, o abucheos a la organización por los atropellos que provocaron. Lo cortés no quita lo valiente dice el refrán, así que nos ponemos guapos, pero no nos callamos.

Y por supuesto, abajo, nuestras sexys modelos que siguen, con sus piernas largas, realizando un torpe trabajo con las bolas, pero ofreciendo, eso sí, un aspecto elegante y un glamour exquisito a la pista. A pesar de las críticas que recibieron en su día, hay que aplaudir esa decisión de Santana y Tiriac de combinar factores porque, al final, todo suma a la hora de embellecer la competición.

Pero por mucha parafernalia prevista, sin buen tennis no hay Masters que aguante. Y el cartel es, desde sus inicios, digno de admiración. Otro gran trabajo de la organización.

Fijándonos en ayer, poco nuevo que comentar del juego del refinado suizo que, una vez más, nos mostró como sus bolas se deslizan sin ruido ni dolor. Todos los suyos son delicados golpes que se colocan con precisión. Nos contagió de vibraciones Stepanek, que en sus momentos de gloria, parecía animarse a fuerza de descargas eléctricas. Ganas e ilusión le puso el checo al partido.

A continuación saludamos a nuestro Tommy, que poco resistió ante el ayer, más gigante que nunca, Roddick. Esta vez el americano parecía otro sin su gorra, sin su prenda característica se limpió su cara de niño, y enfundado en su negro y “tan Agassi” atuendo, sacó con más furia que nunca, provocando los “ oh” de los que estábamos allí al ver los 236km/h. en el marcador.

Y hasta aquí puedo leer de lo que aconteció ayer en el Madrid Arena, poco famoso entre las gradas, o al menos, a pocos enfocaron, o a pocos me crucé yo. Alto nivel de público, pero sobre todo, primoroso nivel de tennis. Ahora solo falta que nuestro guerrero de Manacor nos gane la final para que una vez más, este Masters, que ya es una cita inescapable de la capital, golpee aún con más fuerza.

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