“Yo trato de llevar una vida que no me obligue a tener secretos, un vida libre, con un porcentaje de sinceridad alto con la gente que me rodea. Por ejemplo, no casarme, no jurar amor eterno, no pensar que mis hijos me tienen que admirar y adorar. Esas cosas que la gente se inventa y que los fuerzan a crearse un personaje falso para sostenerlas. Pero me parece que, cada vez más, la gente tiene una doble vida por temor al juicio social.”
Leí estas palabras hace unos meses en una entrevista a David Trueba. Del guionista autor sabía lo justo antes de coger ese día el periódico, pero sus reflexiones me parecieron lo suficientemente inquietas como para que me dominara la curiosidad ante su nuevo libro: SABER PERDER.
Este verano he devorado con cierto humor las historias agridulces de los cuatro complejos personajes que Trueba crea, o quizás deberíamos decir, recrea. Porque de Sylvia, de Ariel, de Leandro y de Lorenzo, todos tenemos un poco, o tal vez, tenemos mucho. En la vida de cada uno de nosotros, y en esto, como nos enseñan los diferentes personajes, ni la edad es garantía, asaltan dudas que finalizan en opciones escogidas que nunca pensaríamos que pudieran ser tomadas por nosotros, se nos multiplican los momentos de debilidad y las épocas de confusión que se alargan demasiado en el tiempo, se nos atragantan periodos de caída sin frenos, de avanzar sin saber muy bien hacia dónde estamos yendo, momentos en los que actuamos con un alto riesgo de PERDER.
Pero es que PERDER no se halla en el diccionario personal de cada uno. No se nos está permitido, hoy sólo cuente GANAR, y si no, serás juzgado con un pulgar hacia abajo. No es un simple éxito monetario y social, es el éxito de no tambalearnos sobre la cuerda de la vida, de mantenernos en equilibrio en ese trapecio que es nuestro día a día. Y para ello, ni los personajes de Trueba, ni la mayoría de los que estamos hoy en este mundo, hemos recibido clases.
¿Cómo aceptas que no, que no ha sido lo esperado, que has fallado ante el espejo de tu entorno, o ante el tuyo propio? Que no eres tan fuerte, ni tan recto, ni tan bueno, ni tan seguro….que eres, simplemente….tú, y que en eso, además, está la gracia.
El sábado pasado cenaba en Barcelona con tres de mis íntimas amigas. ¿Por qué cuentas o dejas de contar al resto determinadas cosas, por qué prefieres callarte a pensar que, si hablas, incluso tus amigas del alma, quizás no sólo no te entienden, sino que emiten juicios de valor?. Surrealista que pasados los 30’s siguiéramos dedicándole parte de nuestro tiempo a un hecho que parecía que, tras la adolescencia, ya había quedado atrás. Se supone que la madurez trae objetividad y apertura de mente, empatía y el “si a estas alturas de la vida, qué me vas a contar”. Pero parece ser que no, que no es así. Que siguen penalizando determinadas actuaciones, que quizás ya no escandalizan, simplemente, son evaluadas como fracasos porque no entran dentro de “lo esperado”. No contarlo tal vez es no asumirlo, y conduce poco a poco, a esa doble vida que acaba ahogando el yo de uno mismo, esa doble vida que vemos en los protagonistas del libro.
Dice el autor que al escribir busca la complicidad del lector y pretende que mientras dure el efecto de la lectura del libro, “éste tenga la sensación de que los personajes existen“. Con Saber Perder los personajes no sólo podrían ser los vecinos del 5º, sino que parte de ellos convive en nosotros. La diferencia es que estos personajes acaban asumiendo sus derrotas, son salvados por el autor para conseguir así vencer y abrirse un nuevo horizonte.
La mayoría de nosotros acabamos atrapados en ese anhelo de medalla de oro, y somos incapaces de darnos cuenta que en la vida, hay que SABER PERDER, que quizás eso es lo que hace emocionante que hoy estemos aquí. Todos podemos, cuando no estaba previsto y sin tenerlo controlado, perder el trabajo, la pareja, alguien querido, la autoestima, la seguridad, algún que otro valor…y aún así, seguimos siendo nosotros…..otro nosotros que no habíamos conocido.
Aceptemos que no es la suerte, sino que son nuestras propias decisiones las que nos colocan un paso delante del otro, pero que a veces, esas decisiones nos hacen tropezar, caer, y PERDER. No seamos soberbios, aprendamos a reírnos de eso, no huyamos, no maquillemos. Aceptemos. Porque como se dice en el libro, muy bien hilvanado, lleno de pensamientos inteligentes e íntimos, “cuando para uno mismo nada de lo que hace tiene sentido, es lógico pensar que aún será más inescrutable para quien lo mire de lejos”.
¿Saber perder?… ¿donde dan clases para eso?, creo que la única forma de aprender es perdiendo.
El que no siente cierta empatía porque aquel que ha perdido, sea por una debilidad, por un error de cálculo, o simplemente por mala suerte (que yo creo que también pasa, y muchas veces), o no ha perdido nunca, o no ha sido un batacazo lo suficientemente fuerte.
Creo
Javier
Si perder, perdemos todos en algún momento de nuestra vida, solo que quizás, no somos capaces ni de reconocerlo. Y eso hace más difícil que luego podamos tener empatía por el de al lado, ser capaces de entender porque actúa así, o quizás no es entendible, solamente es.
complicado…..
besos y muchas gracias Javier!!
[…] soy muy groupie de David Trueba desde que leí Saber Perder, (un libro marca siempre cuando cae en el momento adecuado, y me alucina su cabeza), me encanta […]