No sé muy bien por qué, pero me apetece. Es más, creo que tengo que hacerlo. El descanso y el no pensar, o el pensar mucho, o el pensar con serenidad. O solo sentir. Palabras que, cada vez que perfilo mis vacaciones, aparecen en una pancarta de letras enormes acomodada en mi cabeza. Leer, escribir, parar, actividades que solo se hacen con una misma. Llamémoslo el egoísmo del autocuidado, o la necesidad de desaparecer. La tecnología me pondrá límites. Y no, tampoco es sola, los kilómetros van a cargo de la furgo, compañera de viaje a la que hay que prestar más atención que a cualquier otro colega.
Toca palpar sueños, dejar de imaginar planes maravillosos, descoser ciertos miedos, saludar y disfrutar de la soledad buscada.
Casualidades de la vida, me despido de ti al salir de Madrid. Algo empieza a ordenarse. Enfilo la autovía del Sur. Enciendo el CD, suena Camarón. Algo empieza a ir bien. Me persigno, ritos ancestrales de familia.
21 mayo de 2018
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