LO QUE HAY DETRÁS DEL CUADRO

Meses buscándolo. Sin mucha insistencia, con simple atención. Algo tranquilo, algo que mantenga la armonía del espacio, que pueda hermanarse sin insolencias a ese faro y esas olas que, desde Formentera, llegaron primero y lo miran desde enfrente.

Es una mañana en la que camino de prisa para llegar a una reunión, pero me detengo. En realidad, me he fijado en otro que está al lado, con pájaros de colores asentados en ramas. A este lo tapan bolsos y otros objetos. Es una tienda de decoración con cartel que huele a rancio y regalos sin coherencia. Pero lo veo. Está cerrada. Lo que tiene pasar al día siguiente a la misma hora es que también está cerrada. Pero decido hacerle una foto que miro de vez en cuando durante un par de días. Llamo para reservarlo.

Luce ahora sobre mi cama. No tengo ni idea qué quería contar quien lo pintó, si lo hizo cerca del mar, o sólo era un recuerdo. El ejercicio tal vez buscaba ese significado, pero yo le doy el mío. Quiero pensar que a mí me acerca a esa otra vida, esa vida que dudas si algún día será verdad, o de verdad.  A la que me aproximo en los meses de verano, cuando es fácil fantasear con cambios, cuando las altas temperaturas convierten a cualquier pueblo de costa en un destino vital, cuando el silencio adherido a callejuelas blancas y húmedas es solo una opción y no la frecuencia cardiaca del lugar. Un sueño que araño también cuando llega el frío, en escapadas para atrapar el aliento que me ayude a bailar entre el gris álgido de la ciudad, de la que disfruto aún demasiado, pero de la que huyo cada vez con más frecuencia.

Me quedo fijamente contando esos peces que no saben dónde van, que se cruzan con respeto y deciden la dirección según la ola que sortean. El horizonte en el mar es siempre el que ellos y yo queramos dibujar. Presto atención a cómo están trabajadas las “petxines”, no, no serán conchas nunca para mí, por muchos años que lleve lejos, o por mucho que el mar que finalmente haga mío sea el del otro lado de la península.

Y no, es cierto que no será mío. Pero yo sí que soy un poco de él.

 

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