PEDRO TEIXEIRA 10, 1º 9.

Llegué de forma repentina, sin darme casi cuenta, obedeciendo a circunstancias no buscadas, de esas que sin querer ni saberlo te empujan hacia un lugar mejor. Un simple sitio físico que se convierte en un propio espacio vital.

Lo hice descendiendo algunos pisos, con la sensación de que en cada uno se iban espolvoreando los rastros de esos primeros diez u once años….esas noches reflectantes que se apagaban de madrugada al sabor de unos spaguettis y una guitarra, esas jornadas de amigas a máximo volumen, de visitas de barna sin turno de entrada, de vaivenes románticos que se diluían entre el infantilismo y la ilusión. Con cada peldaño bajado se alejaban, sin saberlo, esos días de juventud arañada, esos días en los que importaba contar cada segundo para no perder un ápice de vida.

Ya en la primera planta desembarcaron los cambios, la combinación de trabajos, el aterrizaje a situaciones laborales desconocidas. Una vez más las ganas tumbaron al desconocimiento, la inconsciencia ganó el pulso al respeto. Descalzándome los tacones y haciendo crujir el parquet frío fui sellando mi sitio, acogida por una luz agradable y reposada, por unos muebles robustos y grandes, ya míos.

Sin haber deshecho aún las cajas se colaron besos con permiso y risas sinceras que se quedaron bailando sin compás, sin encontrar un lugar seguro, su hueco valiente. Aprendí a leer los viernes por la noche, a oler el café sin prisas, incluso a decirle adiós. Continuaron las buenas costumbres, ahora ya con otro ritmo, ahora ya con forma específica. Pusimos paneles para proteger una intimidad que poco a poco decidió desnudarse y comenzar a batallar para entenderse a sí misma. Colgamos lámparas, cuadros y fotos, añadí letras para formar palabras, algunas a la venta, otras sólo para escribirlas, escucharlas, sentirlas. Decoré con mis reliquias y hasta con las preciadas máquinas. Celebramos fiestas, dejamos volar globos con deseos, fuimos rock stars y brindamos muchas veces. Se acomodó el insomnio, aparecieron proyectos nuevos, me hice socióloga, se consolidaron amistades que me empujaron hacia otras formas de ver la vida. Entraron y salieron nombres, cayeron lágrimas a las que una misma aprendió a darles respuesta sin necesidad de mirar al de enfrente. Muchas sonrisas, infinitas ilusiones.

Después de cuatro años ha sido ruido el que me ha obligado a hacer las maletas. Hoy ya sé que es sólo una excusa, que tocaba irse. Conmigo se transportan algunos de esos muebles, muchos recuerdos, todas las experiencias. Sin ello no hubiera podido llegar a estas nuevas alturas, a vivir lo acontecido.

Veremos cómo oteamos la vida desde aquí arriba. Cómo la aprendemos. Cómo la disfrutamos.

PD.: Pablo Neruda – Soneto XCVII
Hay que volar en este tiempo, a dónde?
Sin alas, sin avión, volar sin duda:
ya los pasos pasaron sin remedio,
no elevaron los pies del pasajero.
Hay que volar a cada instante como
las águilas, las moscas y los días,
hay que vencer los ojos de Saturno
y establecer allí nuevas campanas.
Ya no bastan zapatos ni caminos,
ya no sirve la tierra a los errantes,
ya cruzaron la noche las raíces,
y tú aparecerás en otra estrella
determinadamente transitoria
convertida por fin en amapola.

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