EL PROFESOR: de humanos y erizos

Habrás visto alguno que otro en tu vida. Quizás, incluso, hayas interactuado con él. O quién sabe, a lo mejor, hasta tú mismo has sido uno de ellos. Sí,  sacando las púas cuando te habías arrimado demasiado, cuando habías empezado a saltarte esa distancia de seguridad que te protegía de la frontera de los afectos. Sin darte cuenta, te habías ido acercando, despacito, desprendiendo cariño, recogiendo calor, pero de repente, te has notado muy cerca, te has puesto en riesgo, han empezado a moverse resortes que tenías muy bien encajados, pueden hacerte daño, acumulas pasado que ya grabó dolor. Te asustas. Así que hay que sacar las púas de nuevo, retroceder, buscar la distancia óptima. Y así una y otra vez. Más cerca, más lejos. Consiguiendo no quemarte, pero a lo mejor, muriendo congelado. A este común comportamiento lo definió Schopenhauer, en 1851,  como el Dilema del Erizo.

Y cual erizo se comporta Henry Bathes. Un maestro atormentado y nómada que interpreta (y de nuevo a un nivel sublime como en El Pianista) el atractivísimo Adrien Brody, en la nueva película de Tony Kaye (nos impactó con American History X): El Profesor.

Esta vez Mr. Bathes ha llegado a un colegio en un barrio marginado, donde el claustro de profesores  (sublime reparto, con un James Caan bordando a un irónico Mr. Seaboldt) está desesperanzado, donde unos alumnos descarados se comunican a través de insultos y vislumbran como única meta el mundo de la violencia y la prostitución. También ellos son erizos, tampoco ellos saben gestionar las relaciones humanas. Henry va a estar sólo por unos meses, como siempre. Va a saber tratarles y conectar con ellos. Un pasado curtido y no superado le ha hecho llegar a un hoy tan abrumador y solitario como el que viven esos chicos, un presente en el que ha aprendido a aguantarse solo, recorriéndolo de puntillas, un presente que teme compartir por miedo a que sus propios traumas puedan desbocarse, unas heridas aposentadas dentro de unos límites que  sin permitirle avanzar, ya no molestan. Y porque es película, o porque siempre hay una ángel de la guarda en la vida de todos cuando uno quiere salvarse, aparecerá Erica, a quien decide ayudar, aunque será ella quien enseñe a Henry a aprender a recibir, quien destape (para que él solucione, porque sólo es uno mismo quien puede hacerlo) todos esos problemas de los que, de sitio en sitio, Henry huye.

La película se desarrolla en planos estéticos y una banda sonora muy indie, con un juego de imágenes y dibujos que suavizan la intensidad de los 97 minutos de cinta. Respiras hondo cuando finaliza. Te has sumergido en un mundo muy lejano al tuyo, pero en el que has vivido durante casi dos horas, del que te has asustado. Agradeces que la vida te haya puesto en un sitio más fácil que  ese, es cuestión de suerte. Pero el miedo es más profundo. Vuelves a casa preguntándote cuán a menudo tú sacas las púas. Cuán a menudo no arriesgas.

Desde luego, no quieres ser erizo. Desde luego, la vida es mejor compartida con quien te da calor.

P.D.: temazo de la película.

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