“¿Dónde?, ¿a Frankfurt?”…y así una detrás de otra, y la respuesta que se repite, cada vez con tono más desafiante: “Sí, a Frankfurt, y sí, de turismo, nada de feria del libro”…intentando disimular la cierta inquietud que, desde la decisión familiar del destino, y acrecentada tras el intento fallido en Navidad de comprar una guía de la ciudad, una padece. Al final se queda en un simple susto y, tres días antes de partir, De Viajes me agradece mi ya completa simbiosis con la elección, y consigo llevarme incluso dos.
En Barajas la azafata anuncia eso de “vamos a proceder al embarque, rogamos que de la fila 16 a la 30 entren en primer lugar”, y cosa extraña, los pasajeros retroceden dos pasos, dejando acceder a los afortunados, ni un intento de quiebro, ningún oído sordo…..los pocos españoles de la cola nos miramos desconcertados, confirmándonos que sí, que la cultura de un país algo tiene que ver con la evolución del mismo.
Tres horas más tarde ahí está el curioso destino, recibiéndome con sus rascacielos iluminados, con su Euro descomunal que, rodeado de indignados, luce a pie del Banco Central Europeo. Esto va de Business Center, y sin ser Manhattan, aquí también se mueve mucho dinero…..aunque va a ser lo único que se mueve, porque lo que son los alemanes poco respiran… Miento. O mejor dicho, ellos me mienten, engañándome en nuestra primera cita. Es viernes nacht y están siguiendo la bundesliga, invadiendo la Hauptbahnhof a gritos, al más puro estilo de los protagonistas de La Ola (película magistral, ya tardas si no la has visto), rodeados de un cuerpo de policías que dan más miedo que los cercados. El sábado por la mañana también tomarán la calle, esta vez con sus BMW, sus Porches e incluso sus Ferraris, siempre oscuros, que el color aturde, a pasear y comprar por las boutiques de la Goethestrasse, que lucha por ser la calle más cara del país. Pero ahí se queda todo, no aparecen más. El domingo será que se apuntan a aquello de que “y al séptimo día descansó”, y el lunes más de lo mismo, sin rastro. Kilómetros de aceras sin comercios, sin viandantes, de vez en cuando recios rubios trajeados en oscuro se agrupan a las puertas de una torre, en torno a un cigarro…poco más. La ciudad sólo se mueve en las cuatro calles turísticas, el resto, a lo largo del Mein, a través de sus parques verdes….vive en silencio…
Entre salchichas (que resulta que te las sirven planas, a lo vuelta y vuelta de Campofrío) y pintas, merece atención especial la visita a la casa de Goethe, donde incumpliendo las órdenes del museo me siento, buscando robar un ápice de su inspiración, en ese escritorio en el cual el autor dio vida al lánguido joven Werther. Horas más tarde, el romanticismo da paso a la angustia, de la mano de Munch, en una exposición exquisita del pintor noruego que acoge la ciudad. Al día siguiente será Warhol quien se haga su hueco en el fashion museo de arte contemporáneo. Frankfurt ofrece calidad pero Frankfurt no luce….Frankfurt se viste para arriba, pero se comunica en bajito.
Frankfurt crece en silencio, un pueblo reconstruido tras la guerra con el encanto de un cuento de los hermanos Grimm. Un pueblo que ha empezado a alzarse como city a través de edificios estilosos que marcan su destino. Un destino próspero, pero mudo.
Pero tal vez es ese falso silencio el éxito de Alemania, una sociedad que sin hablar alto, avanza veloz…
P.D.: leía hace unos días una entrevista a James Bidwell, experto mundial en turismo de compras que afirmaba: “las vacaciones deben ser una experiencia poliédrica. Y, para captar al turista moderno, las ciudades deben ofrecer una buena combinación de propuestas culturales, gastronómicas, de ocio, y por supuesto, de tiendas”. Frankfurt está aún lejos…basta con husmear en una de sus tiendas de souvernir….
Caramba pita, no hace muy buena pinta… Quizas es un destino de familia pq no hay mucho mas q hacer… Siempre se aprende algo, by the way…
jajaja…sí hay cosas q. hacer, para un finde largo da de sí, pero li falta vida….una mica més de rotllo….no sé…és curiós….
Gràcies Juanito!!!