Estambul: sentido y sensibilidad

…y ve el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul…. (Canción del pirata, José de Espronceda)

Y ahí aparece, una ciudad dual. Una ciudad consolidada sobre un pasado hermoso que araña sin orden un salvaje presente, sobre la que planeas en una alfombra mágica mientras te rebozas de polvo en cada paso, en la que hordas de gente te arrastran hacia lugares que sólo uno mismo puede sentir. Estambul es el Oriente enigmático desnudado por un Occidente que le impone el sprint.

La capital turca se nos despliega oliendo a kebab, a especias, a calle habitada, te habla sin turnos, con tonos altos, en idiomas que te venden enredando y te hacen sonreír. Estambul te canta de madrugada, y más tarde, y otra vez, y así te recuerda que rezan cerca pero lejos, que son de aquí pero de Alá, y que hay que respetar. A Estambul la miras cerrando los ojos, transitando en ese cuento del que no quieres despertar, la divisas iluminada desde el Bósforo, la vigilas desde La Gálata, cuentas minaretes y fantaseas con mezquitas, y ella no se rinde, y tú caes a sus pies. Te sientes amenazada permanentemente por millones de oscuros ojazos que te inquieren, pero que tan sólo desean contarte que ellos conocen de ti. Y a cuatro grados y con lluvia tienes frío, pero la urbe te toca, te aprieta, te inunda de tenderetes, de taksis, de mostradores con carne, de puñados de castañas, Estambul te arropa y entras en calor. Y pica, pero es deliciosamente dulce, y la digieres saboreando té. Estambul se apaga entre rojos melancólicos que dan paso a una oscuridad intensa que te alerta, pero que te invita a no ponerle fin.

Estambul es femenina pero chocas únicamente con hombres, mientras mujeres cubiertas de velos huyen de la vida social.  La genética es poco agradecida para todos, para los cazaturistas de Sultanahmet y para los del acomodado Bebek, pero su interior te ríe, te ayuda…..y te dejan sentar (hay veces que retroceder en el tiempo recupera buenos hábitos).

Estambul es bella, pero sólo con sentido y sensibilidad la puedes disfrutar. Porque todavía el agua no es potable, porque todavía las aceras se derrumban, porque pescan desde los puentes, porque no hace falta entrar a comprar porque el mercado te sale a buscar.

Hay ciudades en las que pasan cosas, otras en las que basta con sentir.  Estambul es de sueños, ella te los ofrece, tú si quieres, cógelos.

P.D.: En la ciudad moderna los restaurantes, los locales, las tiendas resultan tan atractivos y con gusto como los que estamos acostumbrados, pero aún es una sensación postiza….


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