MADRES & HIJAS, o podemos ser todos.

No soy aún madre, pero si soy hija, y podría puntualizar, “muy muy hija“. No he dudado nunca de la identidad de mis padres, pero si he convivido con cercanía con el mundo de las adopciones. No me he sentido nunca sola en el mundo, pero si he compartido experiencias con individuos cuya personalidad se ha forjado dando zarpazos a la vida, por aquello de sobrevivir a cualquier precio, por aquello de que la maleta que arrastras pesa demasiado como para poder transportarla.

Quizás por todas estas premisas, o quizás porque los personajes de Rodrigo García están compuestos por una explosión de sentimientos humanos, Madres e Hijas, la última película del director colombiano, hijo de García Márquez, consiguió ayer sobrecogerme.

La carga emocional de las películas de García ya me había atraído en sus anteriores Cosas que diría con sólo mirarla y Nueve Vidas. El productor, Alejandro González Iñárritu, nos sacudió en su momento con 21 Gramos y Babel. Si además, sumamos un reparto con Annette Bening, Naomi Watts y Samuel L. Jackson, poco probable era salir del cine con la livieza con la que habíamos entrado. Y el resultado es una agitación de sentimientos que mantuvieron a la sala 5 minutos en silencio, sin movernos, algunos necesitando una respiración profunda, otros secándonos las lágrimas. Lágrimas poco simples, porque la película no apela al drama fácil, sino a historias densas, unidas por relaciones entre madres e hijas, pero que muestran, cada una de ellas, las múltiples dificultades a las que, cualquiera, en un momento determinado, puede tener que enfrentarse.

Y nos enfrentaremos según esa mochila que hemos ido agrandando, según circunstancias que a lo mejor no hemos escogido, pero bajo decisiones que sí hemos tomado. Algunas de ellas, tal vez, nos persigan creando una sombra en la que no nos queremos ver, y cuyo reflejo nos recuerda, una y otra vez, el remordimiento por aquello que fue pasado, pero que se perpetua en el presente. A veces, la suerte (¿o serán las películas?) hace que aparezca alguien que te ayuda a sacudir el tormento y a virar hacia un horizonte más amable, unas manos que te cogen fuerte (me quedo con la escena en el coche, entrelazándose los dedos de Karen y Paco). En la película, son los personajes masculinos los que se convierten en la madera en la que se aguantan Karen y Elizabeth para no hundirse (no así en el caso de Lucy, cuyo marido protagoniza uno de los momentos más despreciables). Pero aún así, son cada una de ellas las que hacen cambiar el rumbo de su vida, son ellas las que, con su voluntad de dar un paso en firme para delante, consiguen ver una luz que, durante muchos años, habían apagado.

Leía esta mañana en El País Semanal, en el reportaje titulado “¿Distancia o Implicación Emocional?”, firmado por Ferrán Ramon-Cortés, una definición de empatía del lingüista Sebastià Serrano: “La empatía representa la habilidad sensitiva de una persona para ver el mundo a través de la perspectiva del otro.” Remarca también el artículo la necesidad de no hacer juicios.

Y es con esa empatía con la que consigo conectar con estos personajes, unos personajes cuyas reacciones juzgo en un primer momento, permitiéndome así tomar distancia, pero que consiguen, a lo largo que avanza la película, y adentrándome en esos huecos emocionales, que me vuelque con ellos hasta tal punto de haberme cerrado el estómago. Porque no son sólo Madres e Hijas, podemos ser todos.

P.D.: la frialdad de Elizabeth desagarra en la escena del ascensor con la niña ciega, y el momento de las lágrimas de la monja es, al contrario, uno de los momentos más cálidos de la película.

1 comentario sobre MADRES & HIJAS, o podemos ser todos.

  • Bea Queen

    gracias por intentar resumirlo Pita! De las mejores, con actrices que se salen en sus papeles, sobrecogedora desde luego, nada fácil de digerir aunque esperanzadora.

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