Signori, Ragazzas….!!!Bienvenidos al circo!!. Esto es Roma.
Pónganse guapos, que empieza la película. No verán gladiadores, ni emperadores con túnica. No deslumbrarán a Sofía Loren, ni rodarán la Dolce Vitta. No verán fumata blanca, ni besarán la mano del Santo Pontífice.
Pero de todo ello, estarán ustedes cerca.
Simplemente adéntrense, paseen y vean. Respiren el ambiente, y disfruten. Acaban de convertirse en espectadores activos del jocoso mundo del Circo Romano.
La ciudad del arte y la historia les da la bienvenida con tonos elevados y conversaciones bulliciosas. A partir de entonces, la elección de a qué momento del tiempo volver, es cosa de ustedes.
De lo que no van a escapar, es del retroceso.
Empecemos por el origen de la ciudad, con la búsqueda de Rómulo y Remo entre las ruinas del Palatino, o rememorando los primeros combates en el magno Colosseo. En un abrir y cerrar de ojos, disfrutaremos del esplendor del renacimiento “sixtino”, que bajo órdenes papales configura ese desbordante Vaticano, en el que hay que descubrir La Pietà para recuperar la intimidad que requiere San Pietro.
El glamour ilustrado nos invade en la Piazza di Spagna, donde literatos y gente guapa se hicieron hueco en el s. XVIII, para hoy dejar paso a marcas y a moda, y a inigualables colas en “soldi”.
La Roma de película se asoma ya a pocos metros, una impactante Fontana di Trevi nos evoca ese baño nocturno rodado por Fellini y nos invita a volver a salto de una moneda. El barroco se hace dueño de la acogedora Piazza Navona, que en fechas navideñas, abandona la lucha entre Bernini y Borromini, para llenarse de tenderetes de belenes flanqueados por la Bruja Befana, que espera en su escoba para ayudar a Sus Majestades de Oriente en el reparto de regalos.
Tras sobrecogernos ante los súbitamente aparecidos Pantheon y Templo de Adriano, nos calentamos con el café único de Sant’Eustachio, y nos integramos en el revoltoso día a día romano en Campo de’ Fiori, donde entre risas y voces, nos venden todo tipo de pasta y embutido.
La autenticidad llega al cruzar la Isola Tiberina y pisar el Trastevere. Cercando a Santa María, callejuelas de colores, librerías para quedarse, y trattorias con encanto, crean un ambiente cálido y real, alejado del gentío turístico y de las serenatas romanas.
Y seguiríamos nombrando piazzas, palazzos, obeliscos, fontanas y pontes. Porque al girar cada via, siempre nos asombramos ante una impactante parte de la historia que ha hecho crecer Roma. Pero crecer no es evolucionar, y ahí es donde esta preciosa capital europea encuentra su telón de Aquiles. Porque no se trata sólo de igualar el refinamiento de su rival Milán, u de otras ciudades europeas, y mostrar rincones y espacios con estilo y delicadeza.
Se trata de estar acorde con la vida urbana del s. XXI, en la que el griterío en la calle ha dado paso a diálogos acordes, donde el metro suele tener más de dos líneas, y en cuyas escaleras se sitúa uno a la derecha para dejar paso a quienes van apresurados Una vida urbana donde en los restaurantes se prima el servicio al cliente, y donde las normas de tráfico se respetan para evitar las caóticas broncas de vespas y cinquecentos.
Y no se trata de ser serios, sino de ser menos toscos. Y no se trata de dejar de ser Roma, sino de ser una Roma mejor. Y no se trata de dejar de mostrar, sino de salir de la película para integrar una realidad.
La alegría de una ciudad no va reñida con su evolución, pero el retroceso limita el esplendor y acaba mermándolo.
Signori, Ragazzas….!!!Bienvenidos al circo!!. Esto es Roma.
P.D.: No hay que dejar de probar los spaghettis cacio e pepe, ni perderse un vino con un libro en L’Emporio alla pace.
Que grande eres!!!
jajaja!! I wish I was!!!
gracias muchas