Si fuera un color, sería gris. Si fuera un género, sería hombre. Si fuera un adjetivo, quizás sería triste. Si fuera una época, sería pasado. Si fuera un carácter, sería cerrada y seria. Con esas respuestas podríamos haber averiguado que se trataba de Berlín en ese “Hola Raffaella” que, a principios de los 90’s, seguíamos bajo el micro de la incombustible Carrá. Pero si hoy la show- woman italiana nos volviera a preguntar, bien diferente tendría que ser nuestra descripción de la capital alemana para poder acertar.
Porque hoy, Berlín es brillante y moderna, magnética y simpática. Una urbe con chispa que se ha configurado como epicentro de la arquitectura de diseño y el arte moderno. Una ciudad que se ha vuelto femenina en el sentido que se cuida y luce detalles, una capital de vanguardia que resplandece y que vive hacia delante, plantando cara a un pasado que bien podríamos catalogar de dramático, pero que convierte sus calles en paseos cargados de interés y significado.
Soy de la opinión que un viaje empieza a saborearse organizando los preparativos, tal vez por esa razón, o por las ganas que tenía de conocer esa ciudad de la que hoy todo el mundo habla maravillas, aterricé en Berlín cargada de excitación. Buenas y curiosas recomendaciones, y mucho leído en la guía. Todo eran altas expectativas. Empezar a atisbar en el trayecto hacia el hotel la cúpula del Reichstag, o el entrañable pirulí Fernsehturm, me produjo una exaltación sólo entendible por la ilusión de estar allí. Había empezado a hacerme amiga de la ciudad antes de llegar, pero quedaba la duda de si conseguiríamos intimar.
Y congeniamos. Porque Berlín, llena de contrastes, te acoge de una manera cálida y te derrocha vida. Y a pesar de que, un día amanece lluvioso, y otro soleado, de que los frondosos árboles que cubren cualquier rincón de la ciudad alternan entre un rojo caduco o un verde luminoso, que los edificios a veces te sobrecogen con su frío soviético, y otras veces te hacen quedarte boca abierto por su innovación arquitectónica, que en un paso te cruzas con un autóctono que parece sacado de esa época que nos cuenta “Good Bye Lenin”, y en el siguiente con el guapo más fashion subido en una bicicleta, que un día la cerveza, en una gran jarra, te la tomas en la taberna de madera más típica de nuestro imaginario alemán, y que al otro, estás brindando en el restaurante más cosmopolita y glamouroso que podrías pensar, a pesar de todo ello, nada desafina. Porque Berlín ha conseguido, solfeando acordes graves y agudos, entonar una melodía con ritmo, que acompaña con deleite a quien se introduce en la ciudad.
Y de entrada, Berlín te asombra porque deja que su historia te envuelva. Nada de un pasado de escaparate a los que estamos acostumbrados cuando visitamos cualquier capital europea. No. Berlín te obliga a palpar su vida anterior, una vida que no está muy lejos y que destapan con increíble madurez. Dicen que determinados sucesos de la vida de cada uno, de esos que todos arrastramos, no son asumidos hasta que no somos capaces de verbalizarlos, de hablar de ellos. La capital alemana parece chillar su pasado, porque quizás esa es la única forma de asumirlo, y es así capaz de juzgarlo, y a partir de ahí, tirar hacia delante. Y trozos de El Muro siguen en pie, para que nadie se olvide de la angustia y el desconcierto que dicha barrera provocó, en pleno centro se alza El Monumento a los Judíos, en el que escabulléndote entre sus pilares de hormigón, te llenas de escalofríos al pensar cómo pudo pasar, entrando en una exposición, te alarmas con la maqueta de ese Berlín mastodóntico que Hitler quería construir a costa de la población o, más tarde, te asombras ante las explicaciones de los paneles del Topographie des Terrors que, con imágenes y letra, abofetean las barbaridades del nazismo.
Y asumiendo todo ello, Berlín ha sido capaz de remontar de sus cenizas y crear un ciudad en la que todo cabe. Y paseas por el Unter den Linden sintiéndote pequeña entre tanto magno monumento, te sorprenden las galerías independientes que avasallan OranienburguerStrasse y el original arte de los ocupas de Tacheles, y piensas que has avanzado en una máquina del tiempo, cuando te introduces en la modernidad que respira Potsdamer Platz. Al llegar a Kreuzberg te encuentras con un Berlín cercano, un Berlín con estilo retro, lleno de antigüedades y tiendas que respiran un agradable añejo. El glamour y la gente guapa te saluda en las cercanías de Rose Luxembourg Platz, donde el elitismo cubre tiendas curiosas y restaurantes de vanguardia, y así, sin dejar de sonreír, aterrizas en el barrio de Prenzlauer Berg, en el que Berlín respira juventud y buen rollo, donde mientras te comes las mejores patatas fritas de hacía tiempo, se te van las horas perdiéndote entre calles llenas de casas elegantes, tiendas preciosas y berlineses “de Vogue” que salen al mercado en la bulliciosa y familiar Kollwitzplatz.
Esto y mucho más es hoy Berlín. Es imposible conocer a nadie en cuatro días, pero es suficiente para saber si alguien transmite buenas vibraciones y va de frente. Y eso es lo que hace Berlín, una ciudad que ha sacado energías para transformar un ayer doloroso, en un presente que brilla y al que se le espera mucho futuro.
Que envidia Pita!!
Tengo unas ganas horribles de ir a Berlín desde hace mucho!. A ver si un día nos vemos con calma y nos cuentas todo con detalle!
Un beso
Javier
próximo destino: Berlin y con tus recomendacione será sin duda un viaje para recordar. guarda todos los apuntes pls!!! y envia alguna fotito más:-)
besos/Bea
Pita,
Hace un montón que tengo gans de ir a Berlin y tu mail es el empujón definitivo!
Hola Pit:
Despues de leer esto, Berlin como que pone. Pero, en realidad me ha parecido mas impresionante el texto, el artículo…Felicidades! Esta escrito bárbaro. Atrapa. Fascina. Y es un placer exquisito su lectura. Well done!
Bueno, que muchas gracias a todos por los comentarios….letras a parte, en serio, que hay q. ir a Berlín….de verdad!!!!
besitos,…..y yo me voy con vosotros cd. queráis !!!
Hola Pita, Elena Hernandez me ha pasado el link de tu blog porque vivi 2 anos en Berlin y sabe q soy una enamorada de esta ciudad.me ha encantado leer tus comentarios. Creo q en solo 4 dias has captado muy bien la esencia de Berlin y has sido capaz de verbalizar con mucho atino sentimientos q comparto al 100 por 100.gracias por compartir esas lineas y ese talento.
Muchísimas gracias Concha, qué ilusión me ha hecho tu comentario.
Y qué envidia tus años allí, porque la verdad es que me parece una ciudad preciosa!!!
Me alegro además que compartas mi visión, espero poder volver con más tiempo, y conocerla mucho más.
un abrazo, y muchas gracias
Coincido contigo Pits!
mauk