Ese falso catastrofismo…

Antes se vivía mucho mejor. Perdón ¿Qué es antes?. Hemos perdido en calidad de vida. Perdón, ¿La calidad de vida es lo mismo para mi que para ti, o introducimos la subjetividad?. Ahora los niños dicen palabras latinoamericanas porque los educan las chicas y no los padres. Perdón, ¿Es que antes no existían las tatas y canguros?.

!!Catastrofismo!!. Cómo nos gusta pintar la realidad de negro y vocear eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Un pasado que nos han contado, porque nosotros ni lo hemos conocido o nos empieza a quedar lejos. Y peor aún, cuánto de visionarios tenemos, con que calidad de argumentos predecimos un futuro oscuro, porque…..claro….vamos de mal en peor. ¡!Qué angustia, ¿verdad?¡!. Y si ya nos “caldeamos”, por supuesto, es el Gobierno el culpable de todo. Hoy uno, mañana el siguiente.

Estos comentarios saltaban en una conversación de sábado noche. Seis personas de entre 30 y 35, sin ser argentinos, pero con la misma labia, nos adentrábamos en el interesante pasatiempo de hablar de la vida. Muy a nuestro pesar, porque la vida es así de difícil, nos situábamos en un restaurante con cierto caché y con un buen vino en la mesa. Después de un día de entrar y salir por las tiendas de Serrano para unos, escuchando con entusiasmo el viaje del otro, con el nerviosismo de un nuevo cambio laboral para la de la derecha, y comentando las novedades del bebé que esperaba la tercera pareja. ¡Pero qué mal vivimos, ¿verdad?!

Libertades aparte, que desde luego en esa área no hay debate que valga y la mejora es de largo, es muy discutible que hoy vivamos peor que …… ¿cuando éramos pequeños? ¿que nuestros padres?, ¿que nuestros abuelos?.

Probablemente, el tiempo si corre más rápido en la actualidad, o esa es la sensación que tenemos la mayoría, y se nos lleva momentos que se convierten en fugaces, y nos genera mucho de eso que llamamo tensión, stress, pero esa misma rapidez nos permite gozar de multitud de instantes y tener acceso a elecciones que antaño no eran ni si quiera dibujables en la realidad de las personas.

A pesar de no seguir nunca a la familia Alcántara, tengo la impresión de que la vida ha ido dejando de ser en blanco y negro para llenarse de color. Y como cualquier progreso, o cualquier cambio, habrá facetas mejorables, o incluso habremos perdido en determinados aspectos, pero sentenciar categóricamente que vivimos peor es, ya por de pronto, asumir la vida desde una perspectiva negativa. Incluso me atrevería a decir, que es un juicio muy simple para una época tan compleja.

Y no podemos comprarnos ese piso. Pero primero, quizás, antes de rasgarnos las vestiduras, deberíamos poner en una balanza esa necesidad de ser o no ser propietarios. En Europa o Estados Unidos, con los que nos gusta tanto compararnos, se vive de alquiler, y no se sienten pobres por ello. Superada esa diferencia, y estando ya más tranquilos, tal vez podemos pensar cómo lo hacían nuestros padres, cuya voluntad de ahorro era mayor que la nuestra, con lo que no hay entonces queja que sirva, quien algo quiere, algo le cuesta, dice el refrán, o tal vez no era voluntad, sino una forma de vida más austera, que era la que era, sin opción.

Porque nos lo han contado, porque lo hemos leído, porque lo hemos visto, o porque nos acordamos, la vida antes era, permitiéndome generalizar, mucho más limitada. Y ni viajes de fin de semana al extranjero, ni renovación de prendas cada sábado, ni cenas de brindis sin importar si es martes o jueves, o fin de semana, ni pilates ni horas con la wii. Hemos multiplicado el ocio a un precio más asequible, es la sociedad de consumo, pero gracias a dios, una sociedad, y centrándome en nuestro país, muy cercana a casi todos, una sociedad que no la disfrutan sólo unos pocos.

Y el consumo no da la felicidad, pero tampoco antes eran más felices que nosotros. Eso depende de cada uno, y las expectativas personales son responsabilidad individual. Hoy la vida es más amplia, con más elecciones, con más información, con más posibilidades. Y, por supuesto, habrá que buscar un equilibrio que no es fácil de conseguir. Porque caminamos rápido, y cada vez más sin apretar el freno, para poder así optar a todo, y quizás en el camino dejamos de disfrutar de espacios de tranquilidad, de familia, de pareja, de amigos, de paseos, lectura o charlas, porque nos sobrepasa lo material, que hay mucho.

Pero el problema es nuestro, no de la vida o la sociedad. Aprendamos a gestionar y priorizar, y pongamos los valores que queramos donde queramos. Que eso nadie nos lo impide. Y no seamos catastrofistas y nos lamentemos de lo mal que vivimos disfrutando de una intensa conversación, deleitando un buen ágape y saboreando un exquisito vino.

Ahora uno puede renunciar, hace años, no tenías ni la opción, porque en la mayoría de los ámbitos de la vida, la vida eran lentejas. Yo al menos, no la cambio.

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