Patatas fritas, chocolatinas… ¡!y libros!!. A la oferta de snacks de las máquinas expendedoras del metro de Milán, se ha unido la oferta de libros. Parece ser que el libro se hace su sitio como bien de primera necesidad en la capital transalpina.
Como ciudad próspera que es, entre glamour, pasta y antigüedades, los milaneses han decidido dar un paso más en el fomento de la cultura. Dicen que Milán es gris y que sólo luce el Il Duomo, a mi me parece que tiene mucha vida, mucho “rollo”, y ahora además, mucho libro.
Parón para largo en la línea 3. Sin periódico, ni nadie con quien hablar…pues das cuatro pasos hacia la máquina y… ¡a elegir un título!!.
La variedad es aceptable. No fallan por supuesto los best sellers, Follet y Grisham entre los más elegidos, pero se cuelan también títulos de no ficción, de ésos que “suman”, como Gomorra, del periodista Roberto Saviano, sobre la camorra napolitana que ha revolucionado Italia, o Carta a un niño no nacido, de la siempre polémica Orianna Fallaci. Y si prefieres clásicos, encontramos mi querido El Principito.
El formato es de tapa blanda, y el precio el mismo que pagaríamos en la librería por el formato de bolsillo. Así que la máquina se convierte en una buena opción para calmar ese momento de desesperación y enfado que provocan, con cierta frecuencia, las redes metropolitanas de metro. Quien decide aburrirse es porque quiere.
Leo también que en Barcelona existen estas máquinas desde hace tres años, con una oferta muy orientada al público femenino. No suelo ser usuaria del metro de la ciudad condal, así que no puedo confirmar la noticia, pero si así es, clap clap clap para la iniciativa.
Y si en Milano los pagas, en Japón, simplemente te lo llevas. En el país del mundo donde más libros se editan al año (por delante de Estados Unidos y China), las pequeñas bibliotecas instaladas en el metro Tokyo funcionan depositando la total confianza en el lector. Sin registrarte, ni dar datos personales o algún tipo de garantía. Uno coge el libro que desea, y cuando lo acaba, lo devuelve a la misma estantería. Así que, como única condición, el orden. No confío mucho que de esta manera pudiera funcionar en un país como España, pero es lo que tienen los amigos nipones.
En el metro de Madrid tenemos el Bibliometro, desconozco el detalle su funcionamiento, por eso de que una va poco en metro, y es cero usuaria del sistema de préstamo de las bibliotecas, pero lo que es cierto es que es una buena opción para fomentar la lectura.
Y “last but not least”, a destacar como otra iniciativa curiosa, desde Estados Unidos nos llega el Bookcrossing, con el objetivo de convertir al mundo en una biblioteca gigante y suprimir las barreras físicas y temporales de los aficionados a la lectura, se ha creado un club mundial de intercambio de libros. Funciona así: te haces usuaria de Bookcrossing (la página Boockcrossing se encuentra también en español) con un nombre anónimo, lees un libro, lo etiquetas como libro bookcrossing y lo registras en internet, y lo liberas en cualquier sitio público (se lo das a un amigo, lo dejas en un banco del parque, lo donas a la caridad o te lo olvidas en una cafetería). El libro espera a ser encontrado, y quien lo halle, pues debe repetir la operación. Como todos los libros Bookcrossing tienen su número de identificación, uno puede asumir un rol de Lobatón, y estar siempre bajo la pista de su libro, y conocer dónde anda gracias al aviso que haya subido la persona que lo ha encontrado.
Así que están por todas partes, Libros como Gremlins. Y acabo, la cita, no es mía, pero me ayuda a cerrar bien el post: Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona: destruido, un corazón que llora.
Confirmo que en el metro de Barcelona existen las maquinas expendedoras… Yo las he visto!
Es una buena iniciativa para incentivar la lectura, pero cuando las veo me produce una sensación contradictoria. Desde el punto de vista práctico es positivo, pero, por otro lado, la percepción es que se deprecian los libros poniendolos a la altura de las chocolatinas o las patatas fritas.
[…] Jules en su comentario que los libros en máquinas expendedoras le provocaban una reacción contradictoria. Aceptando […]