Y estuvimos en una de esas ….Mil Noches y Una….

“Continúa, escucharte y tenerte cerca me hace bien, me vuelve bueno”.  Las palabras, dirigidas a Sherezada, son  pronunciadas por El Rey Sahrigar en una de esas noches en las que la doncella le narra historias para poder sobrevivir un día más.

Ayer, en los Jardines de Sabatini,  no fuimos coronados como reyes, pero si fuimos  Sahrigares  queriendo que no finalizara esa dulce noche de cuentos. A lo largo de dos horas escuchamos  embelesados a Mario Vargas Llosa y Aitana Sánchez Gijón en la escenificación de la adaptación del escritor peruano de la novela para teatro, “Las Mil Noches y Una”.

Hay que decir que cualquier espectáculo disfrutado una noche de verano en un emplazamiento como los Jardines de Sabatini parte con cierta ventaja.  La atmosfera que transmite ese espacio abierto, limitado entre árboles, y pellizcado por libélulas voladoras que se convierten en estrellas, se configura como el decorado mágico para deleitar al espectador.

Si en el escenario se pasean un héroe de las letras y una diosa de la escenificación, y si lo que se nos representa es una obra que da rienda suelta a la imaginación y los sueños, el resultado es, simplemente,  una noche maravillosa.

Mario Vargas Llosa escribía en su artículo “Contar Cuentos”, publicado el domingo 29 de junio en El País, que “la buena literatura, como la vida, nunca está quieta: evoluciona, se adapta, se renueva”. Fruto de este principio ha sido la publicación de  una versión muy libre deLas Mil y Una Noches”, ajustada para el teatro y desarrollada por el escritor.   “Mil  Noches y Una ” recoge los cuentos menos conocidos, elección del autor para disponer así de más margen de libertad.

Sólo dos actores,  y tres músicos que engalanan la obra con ritmos marroquís,  aparecen en el escenario, pero son multitud los personajes que vemos representados.   La  apuesta de la obra es la diversidad de roles que adquieren los dos protagonistas, cambios permanentes de personajes que confieren agilidad a la trama, provocando una constante atención por parte del espectador.

Aitana Sánchez Gijón y Mario Vargas Llosa son principalmente Sherezada y Sharigar, pero son de repente los  héroes de los cuentos que la doncella le narra al Rey, y son también Aitana y Mario que interrumpen súbitamente la obra para, como el escritor nos dice, elevar la expectación de lo que vendrá a continuación.

Personalmente, creo que esas conversaciones personales entre ellos le sirven a Vargas Llosa para ir explicándonos el porqué de la magia de la literatura,  que el mismo dice se postula como un desagravio permanente contra los infortunios de la vida real, del porqué de la ficción en nuestra vida real, de por qué los humanos empezaron a inventar historias y contarlas, mediante la palabra,  y luego la escritura, historias que hicieron refinar la sensibilidad humana y explotar nuestra imaginación, que nos permiten viajar a otros mundos y nos regalan momentos de suprema felicidad. Historias que, al oírlas, nos hacen ser mejores.

El porte y la voz de Vargas Llosa inundan el escenario de elegancia, la profesionalidad y belleza de Aitana Sánchez Gijón le dan la fuerza.  Es cierto que al escritor aún le falta algo de expresividad de movimientos, y quizás la actriz  peca de sobreactuación cuando ejerce de ella misma, pero ambos comentarios son “pecata minuta” comparados con la grandeza de la obra y  con ese hechizo que nos provocan los cuentos.

El rey se enamora de la doncella atrapado en las historias que ésta le cuenta y en la pasión con la que se las transmite.  Ella,  en la noche mil una, no pregunta más si ha llegado ya la mañana de su muerte.  Quizás ella también se ha visto envuelta en el amor.

Comparto el sentimiento de Sahrigar de no querer perder a quienes,  teniéndolos cerca, nos hacen bien, porque, sin aber muy bien por qué, nos convierten en mejores: por lo que nos cuentan, por cómo nos lo cuentan, por lo que nos transmiten, por lo que provocan en nosotros…

Junto a la literatura, que consigue emplazarnos en nuestros otros yo, es la  presencia en nuestra vida de algunas personas la que nos hace ser mejores.  Personas que saben  llevarnos a esos otros interiores que todos tenemos, escondidos a veces por una realidad que nos aleja de los sueños y sensibilidad, pero que puede ser vencida.

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